En este espacio sideral,
los infortunios del albañil,
el discjockey,
el pequeño hombre calvo,
se alzan como interrogaciones,
estallan contra el techo.
Voy a guardarlos en cajas floridas,
con etiquetas.
O también,
a esas mismas cajas
las puedo tirar al mar
para que caigan y se queden en el fondo
hasta ser podredumbre
y exhalen aromas salinos y de muertos.
Gracias, pero no bailo.