sábado, abril 30, 2011


               I
No había nada detrás de los tamariscos
nosotros lo sabíamos y asentíamos con
la cabeza esa verdad fabulosa.
Yo estiraba los brazos
me hacía la que volaba.
Sobre la pista de avión,
las cosechadoras dibujaban los bordes.
El verano era de los sapos,
ellos nos temían
Quedaban aplastados contra el
piso, con algo rojo en la boca
como una menthoplus de cereza.