"La ciudad era un pandemónium. Tránsito congestionado.Bocinazos y frenadas en seco.Ruidos, pregones y radios a todo volumen. Colas impacientes en la humedad de una mañana turbia. Martirio de esperar de precios caros, de tramitaciones lentas. Gentes rabiosas, acosadas por la inflación, las huelgas la suciedad, los apremios ilegales y el estrépito iban y venían, cruzaban o se chocaban, llevando a cuestas sus problemas y a la rastra sus preocupaciones. Semejante cuadro urbano no la exacerbó. Al contrario: sintonizaba su balumba interior con la de ese hervidero. Sumó su estridencia y su claxon. Y viendo que en esa promiscuidad desesperada se convive sin embargo, dedujo que la vida es siempre igual: un mazacote. Un mazacote de anhelos y pasiones encontradas, de iras, de triunfos y atracos; de ingenuidad, campanas y caricias; de sofocación y tedio. Un mazacote similar al suyo, en el cual siempre es posible la vida cuando sobre ese maremagnum planea todavía la quimera".
Fragmento de "La potra", Juan Filloy.
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