"La noche que se murieron todos, yo estaba en medio del campo cazando liebres. Tenía frío en las manos y los guantes me incomodaban.
Así no hay puntería que ayude, no podés darle a una liebre que se mueve y no se queda quieta delante de la mira. Los perros esa noche, no servían para nada.
El Negro sí que era bueno para rastrear. Todavía recuerdo con algo de dolor cuando apareció al lado mío, con la panza abierta. Un chancho jabalí cuando te ensarta, te mata o te deja con los intestinos afuera. Lo tuve que sacrificar. Ese día lloré y después me fui a la casa de Lidia y la ensarté como el chancho a mi perro.
Una liebre muerta es una idea que puede confundir. Porque parecen dormidas con una tranquilidad en el rostro, que la mancha de sangre no puede opacar. Las muertes violentas no existen en la naturaleza, cada uno sabe el lugar de muerto que ocupa."
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